OTRA PERSPECTIVA EVANGÉLICA
Instituto
de Estudios de Género de la Universidad Politécnica de Nicaragua
Recientemente
han aparecido en diferentes medios de comunicación dirigentes de una conocida
denominación Evangélica en Nicaragua acompañados de varios abogados, haciendo
declaraciones sobre la demanda que están introduciendo en la Asamblea Nacional
para pedir la reforma "parcial y urgente" de la Ley 779 (ver El Nuevo
Diario del 19 de abril, p. 7a; La Prensa
del 19 de abril, p. 7 y La Jornada, 19 de abril). Según las noticias, ellos
aducen que esta ley "claramente deja sin derecho al hombre" y está
destruyendo los matrimonios y las familias.
Uno de
los argumentos citados es que la Ley 779 "afecta la igualdad absoluta entre hombres y mujeres". ¿De cuál igualdad
absoluta estamos hablando? Investigaciones recientes han demostrado que no
existe igualdad absoluta entre mujeres y hombres en nuestro país, y no son sólo
investigaciones realizadas por mujeres feministas nicaragüenses, sino por organismos
internacionales como las Naciones Unidas, la CEPAL, la OMS y el BID, entre
otras. Aunque la situación de las mujeres en el mundo ha mejorado en los
últimos años, en promedio, las mujeres nicaragüenses ganan un tercio menos que
los varones, tienen menos acceso a la propiedad y a los créditos bancarios y no
tienen igualdad de participación en la Asamblea Nacional ni en las Alcaldías
del país. Estos son sólo algunos ejemplos de la falta de igualdad existente. La Ley 779 no es perfecta ni completa, pero defiende
los derechos de las mujeres porque son los derechos más violentados en el país,
por eso da la impresión de ser discriminatoria, porque intenta aumentar los
niveles de participación de las mujeres y salvaguardar sus vidas para
contribuir a la igualdad real entre mujeres y hombres.
La violencia intrafamiliar es una de las maneras donde más cruelmente se evidencia esa falta de igualdad entre hombres y mujeres. Si se lee con atención las noticias de los periódicos, son las mujeres las que están siendo asesinadas por hombres (casi siempre sus parejas, ex-parejas, o sus familiares). En rarísimas ocasiones, una mujer mata o intenta matar a su pareja, y si lo hace, es casi siempre en defensa propia. Son 83 mujeres las que murieron el año pasado asesinadas por sus parejas y ex-parejas, y son 21 mujeres las que han sido asesinadas en lo que va del año, sin contar las que quedaron malheridas por los intentos de asesinato. ¿Cómo podemos ser insensibles ante esos femicidios? Es muy posible que un buen número de ellas fueran evangélicas dado que es principalmente en iglesias evangélicas donde se les enseña la sumisión absoluta a sus maridos y se les aconseja mantener su matrimonio aunque haya violencia, por la posibilidad de santificar y salvar a sus esposos. Se utiliza 1ra. Corintios 7: 14 y 16 y se obvia el versículo 15 que lee "Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios". ¿Habrá otra situación que separe más a la pareja que la violencia intrafamiliar? No es la Ley 779 la que está separando las familias, es la violencia que ejercen hombres la que lo está haciendo.
Otro
argumento citado por los hermanos de esta denominación es que esta Ley
"destruye el matrimonio y la familia al no permitir la mediación en delito de orden leve". Ellos "pedirán que
se permita la mediación en aquellos casos que no tengan que ver con un crimen o
un violación comprobada". Antes de
la aprobación de la Ley 779, se utilizaba la mediación en casos de violencia
intrafamiliar, pero se encontró que los hombres firmaban el acta de mediación y
a la vuelta de la esquina o a los pocos días agredían a las mujeres. Es que la
mediación es útil solamente cuando se hace entre personas que tienen igual
poder. En una relación de pareja donde hay violencia intrafamiliar no hay
igualdad de poder. El varón se siente
superior o dueño de la mujer y por tanto se cree con derecho a agredirla y
hasta matarla. "Mía o de
nadie", expresan con satisfacción los hombres que logran matar a sus
mujeres o ex-mujeres. Lo que proponen
estos líderes denominacionales es en la práctica, esperar a que el ciclo se afirme
para prohibir la cercanía del hombre con su pareja; desdichadamente para muchas
mujeres, eso será demasiado tarde.
Los
hijos e hijas de la pareja también están en riesgo de ser violentados; o al
menos, chantajeados para obligar a la madre a desistir de la denuncia. Si la
ley discrimina a los hombres, será a aquellos que ejercen violencia contra su
propia familia y no a aquellos que realmente aman y respetan a su esposa, hijas
e hijos. Si ese es el tipo de hombres que somos y estamos formando en nuestras
iglesias ¿por qué tenerle tanto miedo o animadversión a esta ley?
También
es conocido por personas que trabajan con víctimas de violencia intrafamiliar,
lo que se llama el Ciclo de la Violencia,
término acuñado por la psicóloga norteamericana Lenore Walker en 1978, para
describir cómo el ciclo comienza con gritos y golpes leves que con el tiempo se
convierten en agresiones fuertes que atentan contra la vida de las mujeres. La medida de no permitir la mediación en
casos de violencia intrafamiliar se toma para proteger la seguridad y la vida de las mujeres, que
tal vez no van a ser asesinadas a lo inmediato, pero que es muy probable que lo
sean en un futuro próximo. Se nos viene a la mente el relato de Jesús y la
mujer adúltera (Juan 8: 1 a 11) donde El no intenta mediar entre la mujer y los
que la querían apedrear, si no que la defiende en contra de sus agresores.
Un
argumento más que utilizan estos hermanos es "que debe prevalecer el derecho de la inocencia
hasta que se compruebe el delito". De todos los hombres que han asesinado
a sus mujeres, es un porcentaje mínimo el que es capturado y menor aún, el que
es sentenciado a cumplir una condena por femicidio, aun existiendo numerosas
pruebas y testigos de lo ocurrido.
También es alarmante el número de hombres que salen libres sin haber
cumplido ni un mínimo de la condena. Es cierto que es posible que se cometan
abusos y arbitrariedades con esta Ley, eso mismo pasa con prácticamente todas
las leyes existentes. Pero la solución no es necesariamente cambiar los
términos de la Ley, sino sensibilizar y capacitar a todas las personas
involucradas en la ruta de acceso a la justicia para que la interpreten
adecuadamente, sobre todo sabiendo que un aspecto importante de esta Ley es
prevenir la violencia dirigida hacia las mujeres, no sólo castigarla.
Oramos
para que llegue el día cuando no haya necesidad de leyes como la 779 o la Ley
de Igualdad de Derechos y Oportunidades, entre otras; porque habrá igualdad
real y respeto entre mujeres y hombres. Oramos
para que las palabras del Apóstol Pablo en Gálatas 3:28 "Ya no hay judío
ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni mujer; porque todos
vosotros sois uno en Cristo Jesús", lleguen a ser una realidad en nuestro
país. Mientras llega ese día, el pueblo cristiano es llamado a hacer todo lo
que esté a su alcance para proteger a las personas más vulnerables y apoyar las
leyes que intentan hacerlo.
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